Es la danza más antigua que existe. Su origen es sagrado, formaba parte de las ceremonias religiosas y se bailaba como danza ritual para celebrar la fertilidad y la Vida. Las sacerdotisas danzaban elevando la conciencia hacia los estados más elevados del ser, invocando energías y creando un nexo con lo Divino. Utilizaban movimientos ondulatorios y rítmicos de cadera y vientre que constituyen la esencia primordial de la danza oriental o danza del vientre.
Fue evolucionando hasta llegar a la actual danza del vientre o danza oriental: Raks Sharki (danza oriental) con grandes desplazamientos, giros y elementos de danza clásica, que hay que diferenciarla de Raks Baladi (danza del pueblo), la cual apenas tiene desplazamientos y es menos estilizada.
La danza invoca las energías. El grado de energía invocada esta relacionada con la participación y el significado que se asocia con los gestos y movimientos. Cuanto mayor poder simbólico le demos mayor será también la liberación de la energía.
Al bailar la mente reacciona a un nivel más profundo e instintivo. Permite que los pensamientos de todos los días se pierdan en el ritmo de la música. Cuando la danza toma el mando, las restricciones y las inhibiciones de la mente consciente desaparecen.
La danza es el arte del cuerpo, la expresión del ser interior a través de la conciencia del propio cuerpo y del espacio que éste ocupa.
Sus movimientos son naturales y sanadores, adaptándose perfectamente al cuerpo de la mujer y conectándola con la esencia de su feminidad.
La magia de la danza del vientre esta al alcance de todas las mujeres sin que importe la edad o la forma física. Puede ayudarnos a valorarnos, a querernos como nos merecemos, a sentir ese poder femenino que todas, sin excepción, llevamos dentro.
Es una meditación en movimiento en la que puedes sentir el “despertar de la Diosa” y descubrir su poder,
el poder de la danza de la Vida.